MÁS DE CUARENTA Y CON DÉCIMAS
Me paro y hago un alto en el camino,
echo la vista atrás, en largo alcance,
sobre lo que viví, hago balance,
sopesando el acierto o desatino;
unas veces vinagre, otras vino,
como a tí, como a aquel, como a cualquiera,
la fortuna a beber, también me diera
en la misión diaria de ir creciendo,
y desde esta atalaya yo voy viendo
que por algunas cosas, sí volviera.
que un día compartimos en la escuela,
como el viento, salir corre que vuela,
por llegar el primero sin resuellos.
Inocencia infantíl en sus destellos,
de arcoiris con múltiples colores,
gloriosa primavera en resplandores,
verdes, azules, blancos y bermejos,
sin sopesar jamás, que se harían viejos,
creímos permanentes sus albores.
Marcando en los destinos un tatuaje,
azul como la tinta del tintero,
que a medias, codo a codo al compañero
ponía pasaporte a nuestro viaje,
sin saber la cuantía del peaje
que habría que pagar en el trayecto,
unas veces con curvas, otras, recto,
algunas con serias dificultades
a causa de mentiras o verdades
que no te doblegaron, ni aún abyecto.
sentirse niño aún, sentirse lleno,
desechando lo malo de lo bueno,
siendo el mejor trofeo en la carrera,
que en sus metas, la vida te ofreciera
sin poder retornar a aquel momento,
de decir al rival con sentimiento
en instante glorioso de barrunto,
y dar por concluido así el asunto.
¡Ya no quiero jugar! ¡Ya no me junto!
y sólo puedes ir, hacia adelante,
es irrecuperable cada instante
y que si hay una herida, va sin venda.
Es muy recomendable que se aprenda
que obliga a dar el paso en un sentido,
querer retroceder, es prohibido
sin que haya forma humana de plantarte,
así que sólo queda preguntarte,
si mereció la pena, lo vivido.
©Casimiro Bleda Onrubia
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